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miércoles, 15 de noviembre de 2017

“LOS TESTIGOS DE JEHOVÁ QUERÍAN ROBARME LA FE CON MENTIRAS”

Historia tomada de APOLOGÉTICA CATÓLICA.
   
Mi historia comienza en 1986. En ese tiempo tenía poco conocimiento bíblico. Al principio, me visitaban los publicadores y, como les preguntaba mucho, me enviaron al siervo ministerial, y por último al anciano. El anciano me agradó, pues pregunta que le hacía, respuesta que me daba; aunque en varias ocasiones no estuve de acuerdo. Además, tenía la costumbre de darme un texto bíblico al retirarse. El primero que me dio y me impresionó fue el de Números 6, 24 que es una bendición. Bueno, con este texto bíblico se ganó mi confianza. Pero me daba cuenta de mi ignorancia religiosa, ¿y cómo defender algo que desconozco? Por eso, me animé a investigar.
   
Fui con mi madrina de primera comunión que es catequista, me prestó un libro. Este libro hablaba de varias denominaciones religiosas, entre ellas, la secta de los testigos de Jehová. Pero el libro sólo tenía un resumen de su historia y de su doctrina. Fue allí donde me enteré que ellos no creen en la divinidad de Jesucristo, en la cruz, en el alma, etc. Con estos datos tomé la decisión de retirarlos. El domingo en la mañana era el día de la visita pues sólo ese día tenía yo libre. Cuando se presentaron le dije al anciano: “Ustedes no creen que Jesucristo sea Dios”. El anciano me respondió: “Nosotros creemos que Jesucristo es un dios”. Esto me confundió pues había leído lo contrario en el libro; lo que no había notado era la forma en que me lo dijo. ¡Claro que creen que Jesucristo es un ser divino! Pero no creen que sea el verdadero Dios. Con el tiempo entendí esto y pensé que el libro estaba equivocado.
  
Revisándolo de nuevo, dije al anciano el domingo siguiente: “ustedes no creen en el alma”. Me respondió: “Nosotros sí creemos en el alma” y hasta me dio un ejemplo: -“Si veo que tienes zapatos y te digo que no tienes zapatos te estoy mintiendo. ¡Claro que creemos en el alma!”. Nuevamente quedé confundido, todavía no había notado la intención del anciano. Quería mostrarme la doctrina de los testigos parecida a la de los católicos. ¡Claro que creen en el alma! Pues creen que la persona es un alma, mas no creen que el alma sea inmortal. Pero, ¿cómo descubrir la diferencia? Empecé a creer que los testigos y católicos tenían algunas creencias parecidas y eso me dio confianza para aceptar su insistente invitación al Salón del Reino.
  
Pero el siguiente domingo, cuando llegó el anciano le dije: “Para mí, Jesucristo es mi única esperanza”. Respondió: “¿Es tu única esperanza? Mira, nos estamos retirando pues nos espera otra persona pero quiero que leas 1 Corintios 15, 19. Al momento que se empiezan a retirar, encuentro el texto. La sorpresa fue muy grande, sentí que mi fe católica se empezaba a derrumbar, pues acababa de decirle al anciano que Jesucristo es mi única esperanza y la Palabra de Dios me decía lo contrario. Leí varias veces el versículo y no podía creerlo. Hasta que leí todo el capítulo 15 de Corintios me di cuenta del error, me había torcido el texto. Hay un dicho que dice: “texto sin contexto es puro pretexto”. Pablo habla de la resurrección de los muertos pues algunos corintos no lo creían (1 Co. 15, 12). San Pablo hace un juego de palabras: “Si Cristo no resucitó, como creen algunos, entonces: si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, ¡somos los más dignos de compasión de todos los hombres!” (Biblia de Jerusalén). El verso 20 me dio más luz: “Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron” [BJ]. Ese “¡pero no!” me hizo leer todo el capítulo 15.
  
Así me di cuenta que los testigos no tienen la verdad pues la verdad no se defiende a base de mentiras. Con el tiempo leyendo la Biblia, me encontré con 1 Timoteo 1, 1: “Pablo, apóstol de Cristo Jesús, por mandato de Dios nuestro Salvador y de Cristo Jesús nuestra esperanza”(BJ). El mismo Pablo se incluye diciendo “nuestra” esperanza. La Biblia no se contradice. Después e esto, el anciano no volvió a mi casa. Aunque, después de varios años que lo volví a ver, le pregunté sobre el texto y me dijo que no se acordaba. Lo último que supe de él es que ya no era anciano. Bueno, a los dos que me visitaban, les dije que ya no quería seguir estudiando, pero que antes de retirarlos quería hacerles algunas preguntas, una de las cuales incluía que Jesucristo era mi única esperanza. Y me volvieron a dar el mismo texto. Decepcionado, les dije que se retiraran y que deseaba estudiar la Biblia por mí mismo sin influencia de ellos. Pero me empezaron a meter miedo diciéndome que el Armagedón estaba a la vuelta de la esquina y que en cualquier momento me sorprendería “investigando”. Les dije que aceptaba las consecuencias pero que ya no quería por el momento que me siguieran visitando.
   
Lo que viví no quiero que les pase a otras personas. Es horrible sentir que tu fe se derrumba pero molesta que te la quieran robar a base de mentiras.
 
Mario Vera Montalvo.

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)